Los seres humanos nos consideramos especiales, singulares, diferentes de lo común o general; nos llamamos los reyes de la creación. Lo especial juega un rol trascendente en nuestras vidas, nos es caro hablar de individualidad y, en procura de ella, de nuestra singularidad; hacemos nuestra una conducta particular. Y no es difícil comprobarlo.
En el desarrollo de nuestras vidas nos preocupamos por una tarea en la que nos distinguimos en la preparación o confección de algo y en la cual nos especializamos. En las ciencias, en las artes, en el deporte. Incluso en cada uno de estos ámbitos. En las ciencias: ingeniería, medicina. En ingeniería: civil, mecánica, eléctrica; etc.
No digo nada nuevo enumerando las áreas en las que nos especializamos.
Veamos en el deporte: atletismo, futbol, vóleibol, etc. En el atletismo: 100, 200, 400, 800, 1500 metros planos; salto largo, salto alto, salto triple, jabalina, bala, etc. En futbol: ar-quero, defensa, delantero.
A ningún entendido se le ocurriría pedirle a un atleta que se prepare para todas las pruebas. Claro, los hay quienes participan en triatlones, pentatlones o decatlones; pero ellos jamás lograrán marcas superiores a las alcanzadas por los especialistas.
Y quienes optamos por el arte también nos especializamos en: música, danza, pintura, escultura, teatro... En el teatro también: actuación, dramaturgia, dirección. ¡El actor! ¿Se aventuraría alguien a sugerirle, al actor, especializarse? No. Esa iniciativa se consideraría una limitación. La prédica es que un actor debe ser capaz de hacer cualquier personaje.
Menudo lío tiene el novel estudiante de actuación tratando de conocer sus medios y adquirir destreza en su manejo y ya tiene que pensar en cómo resolver imposibles. ¿Por qué, des-de entonces, se le dice que debe ser capaz de hacer cualquier personaje?
El estudiante debería ir conociendo sus posibilidades desde su etapa formativa para desarrollarlas al máximo. Conocer, por ejemplo, su imagen; pues es con ella con la que compondrá personajes. Erróneamente, en mi opinión, comienza por estudiar modelos cuya talla no le va.
Además es a él a quien el público acudirá a ver, no a las sombras que haga. Las copias no tienen el mismo valor que el original, es más: no tienen valor.
La pintura de color verde pinta de color verde. Nadie lo usa como rojo, salvo los daltónicos.