Ésta no es una lección.
Es mi manera de aprender.
Hace unos años, en un colegio, vi a dos niños leyendo un libro durante el recreo. De pronto, uno de ellos comenzó a picar con el dedo, repetidamente, en una página. Al detenerse dijo: no abre el «link», y se echaron a reír. Esta broma portaba una verdad: los niños de ahora leen de manera omnidireccional.
TESTIMONIO
Hace poco me preguntaban cómo me iba dictando clases de manera remota. Pues la verdad me resulta muy complicado enseñar, de manera sustancial, a distancia.
A muchos tal vez les parezca una tarea fácil. Total, las computadoras están en nuestras casas y es de uso cotidiano; sabemos encenderla y usarla como a una máquina de escribir o, cuando ingresamos a la web, como a un televisor con muchísimos canales.
Tengo la impresión de que cuando se presentó esta condición existencial eran muy pocos, en el área de la educación, los que estaban preparados para asumir esta tarea; otros, entre los que creo puedo incluirme, teníamos conocimiento de cómo obrar, pero como dice el dicho: una cosa es saber cómo se hace y otra hacerlo. Y un tercer grupo, mayoritario, apresuradamente, trató de salvar la situación como podían.
Los únicos que estaban verdaderamente preparados para una circunstancia como ésta eran los jóvenes estudiantes; porque para ellos, este medio es parte de su saber ordinario; mientras que, para nosotros, los profesores: no. Un símil: es como si yendo con expertos nadadores tuviéramos que atravesar un cuerpo de agua; ellos lo harían sin problemas mientras que, nosotros, no; porque ellos (nativos digitales) nacieron nadando y practican todos los días. Claro, podemos tomar apresuradamente clases intensivas de natación, pero nunca nadaremos con la destreza y mucho menos con la velocidad que ellos lo hacen.
Por suerte las restricciones ya están llegando a su fin, al menos esa es mi expectativa. Así que, tal vez podríamos permitirnos una suerte de borrón y cuenta nueva, pero sin olvidarnos de las lecciones, porque no habrá vuelta atrás por más presencial que vuelva a ser el dictado de clases. Ya ingresamos, aunque abruptamente, a la era de los canales artificiales de la comunicación.
REPASO
Aquí un breve recuento de lo que apresuradamente alcanzo a registrar, por el momento.
«Comenzar por aceptar que, mientras los alumnos viajan en automóviles de alta gamma, nosotros lo hacemos en bicicletas. Así que, si no queremos perderlos de vista, necesitamos saber, mínimo, además del tema a tratar, qué es un sistema operativo, una suite ofimática, programar, lenguaje cinematográfico y dominar una plataforma de videoconferencias».
EL SISTEMA OPERATIVO
Dejar de repetir, como loro, una marca: Windows.
«Windows» se ha convertido en un genérico como «Quaker», «Ayudín», «Kolynos». Pero mientras sabemos que la avena se vende también con otras nombres: Tres ositos, Santa Catalina… y lo mismo los otros productos; del sistema operativo, no. Imagino que porque no sabemos de qué se trata y no porque queramos incrementar las arcas de don Bill Gates.
Un sistema operativo es un programa que «administra» el funcionamiento de la computadora y todos los programas instalados en ella. Así como hay automóviles de distintas marcas, modelos y prestaciones, hay distintos sistemas operativos. El más popular, el que domina el mercado, es Windows de la empresa Microsoft de don Bill Gates, pero no es el único. Entre los más conocidos, para computadoras, se encuentran Mac OS X, Linux (en sus versiones Debian, Ubuntu, Red Hat, Fedora, CentOS…), Chrome OS y otros; y para smartphone y tablets: iOS y Android.
SUITES OFIMÁTICAS
De las llamadas «Suites ofimáticas», la más popular y más costosa es la que vende don Bill Gates: Microsoft Office. Pero tampoco es la única; hay alternativas, algunas más baratas y otras gratuitas que satisfacen cualquier exigencia escolar, universitaria o profesional.
Listaré algunas con los programas de edición de textos, hoja de cálculo y presentador de diapositivas más usados.
Todas funcionan más o menos igual. Como los automóviles, alguno será automático; otro, mecánico; alguno más bonito, más veloz, como un Ferrari; otro, más modesto, como un Beetle de VW; pero igual te llevará a tu destino.
Subrayo en mis notas:
«Alentar a los alumnos a que usen los programas que estén a su alcance. No inducirlos a gastar un dinero, que tal vez no tienen, por comprar Office; porque al hacerlo nos convertimos en vendedor oficioso y gratuito de Microsoft. Sé que en nuestro medio se pueden adquirir copias piratas de esos programas, pero si vamos por ese camino olvidémonos de la ética y la moral».
PROGRAMAR
No se trata de desarrollar códigos si no de ordenar una secuencia de operaciones precisas que den solución a un problema: un algoritmo. En estos tiempos, no saber programar es como no saber leer ni escribir. Steve Jobs decía «programar enseña a pensar» porque obliga a tener claro el objetivo, pues en el proceso de programación las ambigüedades no tienen cabida.
LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO
Sobre este asunto, muy, pero muy sucintamente, apenas para interesarnos y comenzar a estudiar, anoto: «el lenguaje cinematográfico es audiovisual». Un lenguaje que podemos atisbar pidiéndole a alguien que, sentado a la mesa, tome un café calmadamente mientras le observamos y, simultáneamente, escuchamos Una noche en el Monte Calvo de Modest Músorgski. Luego repetimos la acción, pero esta vez escuchando el Nocturno en Do sostenido menor de Frederic Chopin o Bagatela N° 25 en La menor para piano solo de Ludwig van Beethoven. En cada caso, lo que percibamos de ese momento, será distinto.
Vía un monitor, una pantalla de cine o televisión, los jóvenes pasan mucho tiempo frente a un encuadre, un esquema de interpretación que define su noción de espacio y tiempo; unos límites que seleccionan lo que percibe.
El lenguaje cinematográfico le es propio; tal vez no conozca su gramática, pero lo «lee», probablemente, mejor que al idioma con que se comunica.
En ese lenguaje, el ritmo, la intensidad con que el espectador percibe depende de cómo han sido filmados y luego ordenados los planos. Planos que, a menos que el cineasta sea un genio, no duran minutos sino sólo unos pocos segundos. ¡Pensar que pasamos una, dos y, a veces, más horas académicas esperando que nuestros alumnos estén atentos a nuestra cara y voz deformadas por una señal de internet débil o inestable!
INTERNET
«Contratar un servicio de internet eficiente».
En nuestro medio, la empresa que domina el mercado no brinda un buen servicio.
GOOGLE MEET, SKYPE, ZOOM, FACETIME…
Elegir una plataforma que sea compatible con las herramientas de los alumnos. Casi todas lo son; pero una podría tener alguna exigencia especial, descartar esa.
Adiestrarse y preparar a los alumnos en el uso de la plataforma elegida. Ellos lo van a hacer casi instantáneamente, nosotros no.
No pedir nunca a alguien que haga algo (un procedimiento) que nosotros no hayamos hecho antes, por muy simple que parezca.
Las máquinas no hacen lo que quieren, sólo responden al «comando» que utilizamos. Si algo no resulta como esperamos, averigüemos qué estamos haciendo mal.
LA DEL ESTRIBO
Con mucha frecuencia escucho decir que los jóvenes no leen, lo dicen séniores que se resisten a aprender a usar una computadora y leer en un monitor o en una tableta. Si queremos que los jóvenes lean, los libros para ellos no pueden seguir los cánones del libro impreso en papel.