Podría decirse que por un año (poco más, poco menos), nos vimos forzados al aislamiento, a la virtualidad; así que, volver a ver a la familia, los amigos; volver a algunas actividades cotidianas: el trabajo presencial, los estudios en equipo, el ocio compartido; nos devolvió la vida, aún no plena, pero si auspiciosa.
Impulsado por tanta vida contenida me aventuré a algunos reencuentros. Algunos, cercanos en el tiempo: el teatro, el cine; otros, un poco lejanos: la pichanga. Pero el reencuentro con los Katos fue una mala idea. No se conformaron con el saludo, con el abrazo fortísimo. Acordaron incluir a los que no nos veían hacía mucho en la siguiente reunión de entrenamiento. Entonces la idea me pareció fantástica y el día y hora señalado acudí animoso y resuelto.