Conversando con un amigo sobre nuestras épocas de nómadas le contaba que alguna vez hice un viaje en tren por una línea férrea que, pasando por Villazón y La Quiaca, me llevó de La Paz a Buenos Aires. Eran los años setenta.
Camino a la escuela de mimo de Ángel Elizondo pasé por La Paz. Estando ahí decidí hacer un alto e ir al teatro. Recuerdo muy poco de la obra que vi, algunas escenas, casi nada; pero sí, a la salida, el cordial encuentro con Liber Forti. Un encuentro breve en el que nos noticiamos mutuamente de nuestras actividades. Me conminó a actuar en La Paz. Como dije que vería las posibilidades, en una libreta que yo llevaba, escribió unas notas para algunos amigos suyos que pudieran ayudarme en eso; entre ellos, Ernesto Cavour y Luis Rico. Gracias a eso, después, disfruté de un hermoso espectáculo en la Peña Naira. A la mañana siguiente fui a la Universidad Mayor de San Andrés. Preguntando, llegué a la oficina de un señor llamado Guido Calavi, no lo conocía. No recuerdo el cargo que él tenía ahí pero si que inmediatamente programó unas funciones en una explanada frente a la UMSA y me invitó a alojarme en su casa. Me agripé, pero afiebrado, disfónico y congestionado hice las funciones. Después de unos diez días tomé el tren que me llevó hasta Villazón, al sur de Potosí.