—¡Aproveche, aproveche! —Me espetó el cobrador, instándome a descender de la combi en medio de la pista.
—Yo no “aprovecho” nada —Le contradije —A mí me deja en el paradero.
Entonces, el chofer atravesó su combi bloqueando el paso a todas las demás y me gritó: ¡Rápido! ¡Rápido!
Y apenas puse un pie en el suelo, partió.
Hace no muchos años, los paraderos de las líneas de transporte público estaban ubicados cada dos o tres cuadras. Durante la alcaldía de Don Alfonso Barrantes Lingán, por ejemplo, no se permitía la venta ambulatoria en las unidades de transporte. En cambio, ahora es común que no sólo suban vendedores ambulantes en cada esquina sino también personas que nos amenazan abiertamente con su pasado o presente delictivo sino “colaboramos” generosamente con ellos.
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Hoy, en Lima, viajar en combi es someterse a la agresión del chofer y el cobrador; éstos, no sólo arriesgan nuestras vidas, además, nos torturan propalando a todo volumen por destartalados parlantes la emisión de algún programa radial chichero o la reproducción de algún disco pirateado.
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De nada valen los reclamos.
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—¿No te gusta? ¡Bájate pues y chapa tu taxi! —Nos suelta el más respetuoso. Entonces quisiera bajarme y chapar mi taxi pero como el bolsillo no da para más no queda otra que resistir estoicamente el agravio.
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