Pasada la primera vuelta, ha recomenzado el acoso agorero de los “opinólogos” de siempre. ¿Opi… qué? Opinólogos. Etimológicamente, algo así como los que estudian las opiniones; pero, en el lenguaje coloquial: los que opinan. Yo preferiría opinantes; pero me abstendré porque podrían decirme: oye tú, mimo, cállate.
Bueno, como el opinólogo no es alguien que estudia las opiniones sino alguien que opina, ¿qué lo caracteriza? Pues un proceder, más o menos, como el de los protagonistas del siguiente cuento:
Paseaban dos amigos cuando vieron a un hombre en lo alto de una colina.
¿Qué hará allí ese individuo? Preguntó uno de ellos. El otro se animó a decir:
por la postura y el lugar en el que se encuentra, contempla la belleza del
paisaje. No creo, retrucó el primero, a mi me parece que está esperando ver
llegar a alguien. Uno insistió en su punto de vista y el otro también. Como no
se ponían de acuerdo, decidieron ir a preguntarle al hombre de la colina:
- Disculpe señor, ¿contempla usted la belleza del paisaje?
- No
- ¿Espera usted a alguien?
- No
- Entonces, ¿qué hace aquí?
- Nada. Estoy nomás.
Una opinión no es una verdad, es una idea subjetiva formada sobre hechos observados superficialmente. No es ciencia. Así que, no se extrañen de los disparates, a favor o en contra, de uno u otro, que van a proferir, en lo que sigue de este proceso electoral, los profesionales de la opinología.
Proceso en el que, una vez más, estamos demostrando que tenemos mucha más inclinación a identificarnos con un equipo de futbol, una estrella del cine o televisión, que a asumir una posición política. Ojo, no digo partido político, eso tendría que venir como consecuencia. Claro, creer que el equipo de futbol, con el cual simpatizamos, es el mejor, no requiere ningún esfuerzo cognitivo ni nos afecta sustancialmente; tomar una posición política: si.
- La bandera ondea.
- No, la
bandera no ondea, es el viento.
- No, ni la bandera
ni el viento ondean, sino nuestro espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario