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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Seminario, día 1

 Miércoles, 16 de setiembre de 2009
A una semana de la primavera, aún con frío

Obviando algunos lugares comunes, de esperarse en una reunión de personas que nos dedicamos a lo mismo, registro algunas frases que seguramente hemos escuchado y o pronunciado muchas veces; pero pocas, realmente, prestado atención.

Atrapado en su locuacidad argentina, no por eso falso; Jorge Eines nos recuerda, en la primera de diez sesiones, de qué se trata el trabajo de la formación del actor.

Hace algunos años, conversando con el Maestro búlgaro Chavdar Krestev anotaba, como conclusión de nuestras pláticas: el teatro no es la vida, es otra vida. Al pie, anoté una pregunta: ¿Cómo hacer para que nazca esa otra vida? Durante mucho tiempo he ensayado algunas respuestas; ayer, Jorge Eines, expresó una que, por el momento, me parece responderla: imaginar es nacer a algo que no existe.

¡Imaginación! No es patrimonio del Arte; la ciencia no existiría sin ella, tampoco la filosofía; pero nosotros la olvidamos con demasiada frecuencia encandilados por el raciocinio. La imaginación permite visualizar experiencias (lugares, personas, objetos, e incluso emociones) con libertad.

La memoria es retrospectiva, recuerda; la imaginación prospectiva, construye; la primera, inmoviliza; la segunda, lleva a la acción. De lo dicho, se comprende fácil: la respuesta, cierra; la pregunta, abre. Conflicto en el cuerpo, no en la palabra. Entender un texto es entender un texto; actuarlo, otra cosa. El cuerpo es el lugar donde se expresa la imaginación.

La técnica construye una poética. En la acción registré su ejercicio sobre el trabajo previo. Espero, superando la pereza, desarrollarlo. En tanto, aquí sintética:
  • Autónomo: moverse para encontrar tensiones “personales” y “liberarse de ellas”.
  • Gimnasia emocional: de búsqueda de lo que, emocionalmente, los cuerpos de los personajes ocultan, ¿búsqueda de las “tensiones” de los personajes?.
  • Ritual: conflicto, corporal, “sin violencias”.
Para concluir, por hoy, recuerdo: en cierta ocasión, conversando con un profesor, agradeciéndole por sus enseñanzas, le dije que era un gran maestro; él me respondió que eso sólo había sido posible porque había tenido un buen alumno. Entonces lo tomé como una cortesía de su parte. Después, ya ejerciendo la docencia, fui encontrando el sentido de esas palabras, sentido que hoy calzó exacto cuando Jorge Eines dijo: cuanto más trabajan los alumnos, más trabaja el profesor.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Sé sincero; sé artista*

Pero no basta que conozcas el arte o que lo admires; es necesario que te acerques más a él. Bien sé que no todos podemos aspirar a crear belleza, pero sé también que, al lado de la capacidad para hacerlo, existe la necesidad de dar salida a inquietudes y aspiraciones que palpitan en todo ser humano. Debemos expresarnos, abrir causes al caudal que circula en nuestro interior y pugna por exteriorizarse. Y ¿hay acaso forma mejor de hacerlo que por intermedio de “las artes”? No pretendas, si no tienes capacidad para ello, producir obras maestras; no aspires a perfecciones imposibles, pero, no por ello, renuncies a manifestarte a través de las mil posibilidades que la actividad artística te ofrece. Escribe, pinta, haz música, creando belleza, si puedes, pero, si no estás destinado a ello, por el puro placer de expresarte, por el goce sencillo de ser tú verdaderamente. Verás como lo que hagas, despojado de todo componente de aspiración egoísta y de todo deseo de afirmación del propio Yo, no sólo te dará una inmensa satisfacción, que no puede ser substituida, sino que te permitirá conocerte mejor y acercarte más a ti mismo, al verdadero ser que llevamos todos dentro, que posee una serie de posibilidades admirables y que es generalmente mucho mejor que el Yo que usamos para vivir todos los días, limitado por la realidad, los prejuicios y el miedo.

Basta con ser sincero; basta con renunciar a pretensiones fuera de lugar, con no pensar en la opinión de los demás y con entregarse al placer del arte por él mismo, por el goce que nos ofrece al permitirnos dar salida a lo más auténtico de nuestro Yo, generalmente estrangulado por la pequeñez de nuestro egoísmo.

Escribe aunque no “sepas” hacerlo, pinta aunque, al comienzo, te parezca imposible, canta, si lo deseas; hazlo todo por ti mismo, entregándote a esas actividades con sencillez, con amor y con ingenuidad y verás cómo tu vida se enriquece, cómo tu horizonte se amplía y tus horas se completan. Verás cómo cada día eres mejor y comprenderás cómo es el sentimiento y no la razón el que nos hace conocer las grandes verdades y nos hace capaces de ser nosotros mismos y, por ese camino, unirnos a los demás.

*Seguín, C. A. (1993) Tú y la medicina. Lima. Editorial Poniente

martes, 23 de junio de 2009

Yo estoy mal, tú estás mal, ¡qué bien!

No habían pasado ni dos días y ya estábamos con que la ‘leoparda’, realmente, nunca había significado peligro para Kina.

Entonces recordé un encuentro con unos amigos, a la salida de un cine:

– Tienes que verla, se llora rico – me comentaron.

No sé de dónde nos nace esta complacencia en el sufrimiento, esta incapacidad para disfrutar del éxito. Nos gusta sentirnos jodidos y si no lo estamos, buscamos estarlo. Por supuesto, en el camino arrastramos a los demás, nadie puede estar bien. Parece que nuestra consigna es: “yo estoy mal, tú estás mal, ¡qué bien!”

Por eso, ayer, mientras veía una entrevista a un dirigente deportivo, no me sorprendió escucharlo decir, muy docto él, que no esperáramos mucho de Vivian Baella, porque no tenía la estatura necesaria para un deporte como el vóley, etc. etc. Claro, como él ha sido un "deportista de alta competencia", en sus sueños, sabe de esas cosas. Y el periodista que lo entrevistaba, le daba la razón y las gracias por su descarnada declaración.

¡Imbéciles! Aunque fuese cierto, ¡qué importa! ¡Ganamos! Disfrutémoslo. Después me cuentan que Irma Cordero superaba los dos metros, me explican el maravilloso biotipo de Cueto, Maradona y tantos…

No debemos tener sentimientos de culpa por haber ganado y, lo más importante, dejemos de sembrar esa maldita semilla en nuestros jóvenes.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Las cosas ya no son como antes

Transitaba por la avenida Aviación, a la altura de San Borja norte, cuando escuché a una señora que iba al volante de una camioneta preguntar a un policía, en motocicleta, por una dirección. El policía, volteando apenas a mirarla, movió la cabeza para decir que no conocía el lugar y siguió su camino. En ese momento, sintiéndome viejo, recordé aquella frase que siempre había detestado: “las cosas ya no son como antes”. Antes: el policía hubiese detenido su motocicleta, hubiese sacado su mapa de calles y muy solicito le hubiera indicado a la señora cómo llegar a su destino. Antes, ahora ya no; lamentablemente.