Cuando participo en reuniones, suelo no discutir de fútbol ni de religión porque son asuntos en los que no prima la razón. El primero, una afición; el segundo, una cuestión de fe. Así que, ¿para qué? Ahora, tampoco hablo de política; no porque piensen distinto, sino porque sin conocer los hechos, basados sólo en "argumentos de autoridad" o “noticia sin confirmar”, se discute con una seguridad rayana con la fe.
Así que, dadas las circunstancias, sigo el consejo del escritor estadounidense Samuel Langhorne Clemens: "nunca discutas con un ignorante, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia".
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