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martes, 23 de junio de 2009

Yo estoy mal, tú estás mal, ¡qué bien!

No habían pasado ni dos días y ya estábamos con que la ‘leoparda’, realmente, nunca había significado peligro para Kina.

Entonces recordé un encuentro con unos amigos, a la salida de un cine:

– Tienes que verla, se llora rico – me comentaron.

No sé de dónde nos nace esta complacencia en el sufrimiento, esta incapacidad para disfrutar del éxito. Nos gusta sentirnos jodidos y si no lo estamos, buscamos estarlo. Por supuesto, en el camino arrastramos a los demás, nadie puede estar bien. Parece que nuestra consigna es: “yo estoy mal, tú estás mal, ¡qué bien!”

Por eso, ayer, mientras veía una entrevista a un dirigente deportivo, no me sorprendió escucharlo decir, muy docto él, que no esperáramos mucho de Vivian Baella, porque no tenía la estatura necesaria para un deporte como el vóley, etc. etc. Claro, como él ha sido un "deportista de alta competencia", en sus sueños, sabe de esas cosas. Y el periodista que lo entrevistaba, le daba la razón y las gracias por su descarnada declaración.

¡Imbéciles! Aunque fuese cierto, ¡qué importa! ¡Ganamos! Disfrutémoslo. Después me cuentan que Irma Cordero superaba los dos metros, me explican el maravilloso biotipo de Cueto, Maradona y tantos…

No debemos tener sentimientos de culpa por haber ganado y, lo más importante, dejemos de sembrar esa maldita semilla en nuestros jóvenes.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Las cosas ya no son como antes

Transitaba por la avenida Aviación, a la altura de San Borja norte, cuando escuché a una señora que iba al volante de una camioneta preguntar a un policía, en motocicleta, por una dirección. El policía, volteando apenas a mirarla, movió la cabeza para decir que no conocía el lugar y siguió su camino. En ese momento, sintiéndome viejo, recordé aquella frase que siempre había detestado: “las cosas ya no son como antes”. Antes: el policía hubiese detenido su motocicleta, hubiese sacado su mapa de calles y muy solicito le hubiera indicado a la señora cómo llegar a su destino. Antes, ahora ya no; lamentablemente.

lunes, 4 de agosto de 2008

A los que llegan

Enseñar no es imponer a otro los propios caminos o hallazgos...

A los artistas nos interesa el momento creador, ese momento tan esquivo a los genios. Es inútil esperar que acuda a nosotros así porque sí, tenemos que preparar las condiciones y después de mucho trabajo tal vez llegue la inspiración.

Leí algo como: "el arte, como la ciencia, desarrolla unos procedimientos, unas técnicas. Con ellas, los artistas y los científicos, partiendo de las diversas experiencias que nos ofrece la vida pretendemos comprender el mundo, hacer una valoración de él y transmitirlo a otras personas. Pero existe una diferencia esencial entre el arte y la ciencia: los científicos estudian las percepciones de los sentidos para descubrir leyes o conceptos que reflejen una verdad universal, los artistas seleccionamos las percepciones y las ordenamos de forma que manifiesten nuestra propia comprensión personal y cultural".

¿Cómo hacemos esto? No existe un método, el arte tiene tantos como artistas lo cultiven. Sólo sé cómo lo hice algunas veces, pero no tengo la menor idea de cómo lo haré en una nueva oportunidad.

Arribo pues con esta doctrina. Creo que sería una irresponsabilidad como vuestro profesor pretender inculcarles mi modo de hacer las cosas pues es poco probable que encuentren, en el ejercicio de la profesión, colegas que trabajen así. Las cosas que me sirvieron, o que aún me sirven, no tienen necesariamente que serles útiles; lo más probable es que no les sirva. Vengo a hacer las cosas como las “haremos nosotros”, no a desarrollar mí forma ni la de otros.

A juzgar por lo que dicen los estudiosos; el Maestro más socorrido por todos, Constantín Stanislavski, aparentemente no fue comprendido ni por Lee Strasberg (sumo sacerdote del método). No intentaré pues un camino semejante.

¿Cómo nos orientaremos? Lo común es pensar de una manera y actuar de otra. Pero creo que en un artista lo externo debe ser consecuencia de lo interno, por eso demandaré que nuestras acciones sean consecuencia de nuestras convicciones.

jueves, 12 de junio de 2008

¡Aproveche, aproveche!

—¡Aproveche, aproveche! —Me espetó el cobrador, instándome a descender de la combi en medio de la pista. —Yo no “aprovecho” nada —Le contradije —A mí me deja en el paradero. Entonces, el chofer atravesó su combi bloqueando el paso a todas las demás y me gritó: ¡Rápido! ¡Rápido! Y apenas puse un pie en el suelo, partió. Hace no muchos años, los paraderos de las líneas de transporte público estaban ubicados cada dos o tres cuadras. Durante la alcaldía de Don Alfonso Barrantes Lingán, por ejemplo, no se permitía la venta ambulatoria en las unidades de transporte. En cambio, ahora es común que no sólo suban vendedores ambulantes en cada esquina sino también personas que nos amenazan abiertamente con su pasado o presente delictivo sino “colaboramos” generosamente con ellos. . 

Hoy, en Lima, viajar en combi es someterse a la agresión del chofer y el cobrador; éstos, no sólo arriesgan nuestras vidas, además, nos torturan propalando a todo volumen por destartalados parlantes la emisión de algún programa radial chichero o la reproducción de algún disco pirateado. . De nada valen los reclamos. . —¿No te gusta? ¡Bájate pues y chapa tu taxi! —Nos suelta el más respetuoso. Entonces quisiera bajarme y chapar mi taxi pero como el bolsillo no da para más no queda otra que resistir estoicamente el agravio.
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