- ¿Qué hiciste?
- Me hice el loco, fingí un estornudo y me tapé con un pañuelo.
- ¿Quieres decirme que más de uno tiene que haberse contagiado en esa combi?
- No te puedo decir que no.
- ¿Pediste, por lo menos, que abran las ventanillas?
- ¿En qué mundo vives? ¿No has visto cómo viaja la gente en las combis? Somnolientos, aletargados por el aire viciado que comparten. Alguna vez traté, me identifiqué como médico, les dije que no era saludable viajar con las ventanas cerradas por el riesgo de contraer enfermedades de transmisión aérea. No me atendieron. Otro día, se lo pedí a un joven, argumenté que el ambiente estaba muy cargado, el aire viciado. Como no me hacía caso traté de asustarlo: tengo TBC, te puedo contagiar. Váyase para adelante, me contestó.
Como la educación, la seguridad y un largo etcétera, la salud tampoco es preocupación de nuestras autoridades. No voy a lanzar aquí una proclama incendiaria reclamando sus cabezas. Pero sí quisiera dirigirme por lo menos a las personas con las que comparto el transporte cada día: el viento en la cara no enferma.
Y por si a alguien "con capacidad de hacer algo" le interesara:
Lo calmo es fácil de retener
Lo que aún no es manifiesto es fácil de evitar
Lo frágil es fácil de quebrar
Lo pequeño es fácil de disipar
Trata con las cosas antes de que entren en la existencia
Ordena las cosas antes de que empiece el desorden
Un árbol que apenas se puede abrazar nació de una pequeña semilla
Una torre de nueve pisos empezó por un puñado de tierra
Un largo camino empieza a nuestros pies
Por eso el sabio cuida tanto el principio como el final
Y así no fracasa
Pero el hombre vulgar en cualquier negocio siempre fracasa en vísperas de terminar (*)
Aquí me detengo y me pregunto: ¿lo entenderán? Mejor me dirijo a mis compañeros de viaje: ¡por favor, abran las ventanas!
* Tomado del Tao Te King