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sábado, 9 de septiembre de 2023

Último acto

«Último acto» no es el canto de Vasili Vasilievich Svetlovidov, sino un hueco en el pecho de dos artistas que no se resignan a perder su tiempo y su espacio; que sufren los síntomas de la enfermedad terminal del alma: la pérdida de la capacidad de interpretar realidades. En ambos se ha instalado el miedo a la vida y al olvido. Aún no han muerto. Agonizan sufriendo el recuerdo del «aire» de otros tiempos: uno, la gloria; el otro, la perdida libertad de ser; porque no se es libre cuando uno hace lo que quiere en circunstancias favorables, sino cuando éstas podrían contenerlo. Así es doloroso estar y no ser, o ser como si no se estuviera: «to be, or not to be».

Estamos destinados a morir, no es ninguna novedad; mientras tanto, uno se rasca donde le pica. ¿Dónde los feligreses de Dioniso? Hace algunos años me preguntaron si extrañaba los aplausos; iba a contestar que si, pero, mientras tomaba aire para darlo como respuesta rotunda, me di cuenta de que lo que realmente extrañaba era la capacidad divina de crear. La vejez es muy larga y la última copa tarda en llegar.

Puedo seguir dando una relación de «sentipensamientos» suscitados por «Último acto» de Noraya Ccoyure, pero no quiero estropear los suyos. Sugiero experimentarlos presenciando la interpretación de Christian Alden y César Marticorena. Los vi en el teatro Esencia de Barranco, imagino que la aventura continuará.


jueves, 20 de julio de 2023

Sophie y Kundera

Hace unos días, departiendo con unos amigos, recordábamos cómo nos conocimos unos a otros. La charla, que había tomado un giro artificial, solemne, iba en esa línea hasta que Gabriel contó que conoció a su mujer el día que ella le gano, por puesta de mano, el libro que él estaba buscando. ¡Te casaste por un libro! lo vacilamos. ¿Dónde fue eso? Preguntamos. En 'Época', del ovalo Gutiérrez, remató entre risotadas.

Por eso, cuando me tocó, sin esfuerzo recordé que... Sophie tardaba; que mientras esperaba admirando la ciudad desde las escalinatas del Sacré Coeur, recordaba en silencio la canción de Brassens que habíamos repetido tantas veces la noche anterior celebrando la muestra de Didier: Au village, sans prétention / J'ai mauvaise réputation / Qu'je me démè-ne ou que je reste coi / Je passe pour un je-ne-sais-quoi / Je ne fait pourtant de tort à personne / En suivant mon chemin de petit bonhomme…

Cuando llegó, agitada, disculpándose de muchas maneras; traía el cabello mojado. Abriendo la cartera, que llevaba a la bandolera, extrajo tres libros:

miércoles, 5 de julio de 2023

El espíritu de lăo hŭ

Hace algunos años, casi cuarentaicinco, me encontraba disfrutando un café en el Tívoli (quedaba en la Colmena, a media cuadra de la plaza San Martín) cuando un amigo, medio en broma medio en serio, me preguntó por qué no participaba en torneos de Vale tudo (una forma antecesora de las actuales competencias de artes marciales mixtas). Asombrado, le pregunté: –¿Quieres que me maten? Extrañado me retrucó, mientras gesticulaba simulando unos golpes con el canto de la mano: –Pero, ¿no eres estudiante de…?

Por esos días existía el mito que presentaba a los practicantes de lo que ahora llaman genéricamente artes marciales como buenos luchadores, así que cuando se enteraban que practicaba con ellos, invariablemente suponían que debía pelear bien; como no había forma de convencerlos de lo contrario optaba por guardar silencio porque cuando cedía a la tentación de dar una explicación no me escuchaban realmente, estaban seguros de que todo se trataba de romper huesos y ligamentos, nada más.

Pues no.

miércoles, 21 de junio de 2023

Story Time: José

Recordando los procedimientos que, en la primaria, la profesora Flor me enseñó para germinar un fréjol, durante el covid me di a la tarea de sembrar algunas semillas de ají; y vi que, de manera inevitable, de cada semilla germinaba una planta de ají y no otra cosa.

De tanto en tanto recibo mails preguntando por clases o talleres de mimo. Como tengo el prejuicio de pensar que se trata sólo de curiosidad o entusiasmo pasajero, suelo darle largas al asunto.

Más de un amigo me ha preguntado el porqué, y no puedo evitar, en respuesta, narrarles el encuentro que tuve con un joven en un café: se acercó, me extendió la mano y dijo:
 
−Quiero aprender mimo 
−¿Sí? 
−Sí 
−¿Por qué? 
−Porque quiero enseñar, ahora hay mucha gente que quiere aprender 
−¡Ah! Te parece que sería un buen negocio 
−Sí, ahora llaman mimos para todo, hasta para dirigir el transito.